inútil como un supositorio de sabor a fresa, increíble como un deshollinador de culetes...

la comida esta fría, dejala en la ventana a ver si se calienta...que bohemio es todo.

jueves, 11 de marzo de 2010

Acerca del efecto laxante

Hablando con mi compañero, camarada y amigo, le he comentado acerca el efecto laxante que los blogs pueden llegar a tener en las personas/gilis que escriben aquí (donde cariñosamente me veo incluido desde hace 3 publicaciones o 10 minutos), en la que liberan toda la mierda acumulada y sin acumular en forma de palabras. Quizá y solo quizá esta sea la parte más líquida de la alegría de mi intestino, y puede que haya soltado ya lo más grueso.

Ahora, así, sobre la marcha, se me ha ocurrido contaros cual es, según yo y mi culo, la gran lacra de mi ciudad. Resumiéndolo en una sola oración: la gran lacra de mi ciudad, son las personas con paraguas y gran parte de los que no.

Esto nos deja pocas personas que no sean un montón de jeringuillas con sida (donde cariñosamente me veo incluido desde hace 3 publicaciones y 12 minutos, por paralelismo en lo que a los paréntesis se refiere, no por otra cosa).
Ahora es cuando justifico mi posición ideológica, tan respetable como cualquier otra, mediante una narración como haría el mismisisisisimo José Cadalso:

Hallándome yo en día soleado, caminando por las hermosas calles de A Coruña, una nube asoma dejando caer ligeras y livianas gotitas de llovizna, que pronto, digievolucionando en gotarrones como lagrimas de leviatán, empezarán a empapar mis preciosos cabellos negro azabache.
Miraba a mi alrededor y veía gente con paraguas, mas gente con paraguas...hasta hace unos minutos hacia sol...pero bajaron sus paraguas.
¿Cual sería mi reacción? La obvia, arrimarme a los edificios para guarecerme de la meada de los ángeles puñeteros. Ese fue el preciso instante en el que me di cuenta de como era la gente. No por el simple hecho de que nadie que se dirigiese en mi misma dirección se ofreciese a taparme con su precioso paraguas, era de esperar que nadie lo hiciera, ni yo mismo...soy vergonzoso. Lo que realmente provoco una conmoción en mi, fue ver a la gente que caminaba en la dirección contraria, los que venían de frente...con sus paraguas.

No contentos de ir con paraguas y mirarme con cara de "mira que en un día como este, no bajar paraguas" o "debería prostituir a su madre para comprarse un paraguas" o "yo tengo paraguas y tu tienes un gato mojado en la cabeza", se arrimaban como si les fuese la vida en ello, a los edificios que a duras penas me resguardaban. Las varillas amenazadoras de sus paraguas, no se elevaban ni un centímetro a mi paso, soy joven, me tengo que apartar para que la "obesaseñora" (dotada, gracias a su paraguas, de un aspecto de seta de Mario Bross), pueda empapar en sus bragas lo que no empapa en su cabeza.

Y esto es por lo que odio mi ciudad.

PD: Señoras que se levantan de la toalla en la playa, solo van al mar para mear.

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